Dada la grave crisis política que atraviesa hoy el país, evidenciada por un conflicto con el sector rural que no parece encaminarse, nos permitiremos un breve análisis sobre ciertos conceptos emergentes del Discurso Oficial y su correlación con los hechos. Esta reflexión excede ampliamente el tópico de la crisis de las estadísticas públicas, aunque todos estos conceptos se encuentran atravesados por la posición pública de los gobernantes sobre “los motivos y las justificaciones” de la intervención. En el discurso K hay, entre otros, tres elementos que siempre se resaltan:
- La lucha contra la especulación financiera.
- La limitación de rentabilidades extraordinarias en algún sector
- La redistribución del ingreso
Los objetivos parecen atacar el corazón una de las principales las causas y efectos de las distintas crisis económicas que ha tenido el país en los últimos 30 años: la preponderación de la inversión financiera sobre la productiva.
Sin embargo, la realidad difiere bastante del discurso. Esto puede significar dos cosas: o bien estamos ante un caso de una sofisticada perversión doblediscursiva o bien nos encontramos frente a un gobierno impotente, sin resto para sostener con hechos su propio pensamiento. Aunque tal vez las dos alternativas sean una decantación de las propias contradicciones del Gobierno, en su evidente afán de acumular poder: comenzó llamando a una concertación plural, imagen de la “nueva política”, con un programa ambicioso y convocante durante el primer período de su mandato (2003-2006) y terminó acercándose y luego refugiándose en las prácticas más ortodoxas del peronismo más retrógrado a partir de 2007. Es que el comienzo del nuevo Gobierno no fue luego de las elecciones, el 10 de Diciembre, sino justamente unos diez meses antes o tal vez algunos más. E increíblemente, en tan poco tiempo, el gobierno ha implantado dudas sobre la vigencia de los logros conseguidos en el primer período. Es que analizando con perspectiva, bajo la figura de la emergencia económica, el gobierno “hipotecó” muchos problemas: infraestructura energética, tarifas públicas, que debían resolverse en un segundo mandato.
El Gobierno dijo que “Un IPC alto es negocio de los bonistas que cobran más intereses de la deuda”. En los hechos, la manipulación del IPC produjo una caída de la cotización de los bonos, provocando condiciones propicias para los capitales especulativos. Además se perjudicó a las AFJP que (comisiones aparte) poseen parte del ahorro de los futuros Jubilados. Por otro lado, el costo de la nueva deuda, abre serias dudas sobre la “ganancia” de haber manipulado al IPC.
En el caso de la inflación, el Gobierno fomentó, consciente o inconscientemente, la sobrevaloración de las expectativas por sobre los indicadores elaborados técnicamente. Y éstas suelen ser exageradas y van en ascenso. De manera que en este momento es definitivamente conveniente devolver credibilidad al Indicador, un shock de confianza, ya que es una forma eficaz de bajar las expectativas, que el Gobierno sí percibe como contraproducentes. Es necesaria una etapa de autocrítica, el cese de la intervención, aunque sea paulatina; el principio del camino de solución al problema de las estadísticas públicas se encuentra al frente de su nariz.
El gobierno no se puede poner a la altura de un sector, tiene que velar por el interés común, como han dicho varios funcionarios del gobierno. ¿De qué manera hay que entender, entonces, su actitud infantil? Si nos guiamos por el discurso, habría que destacar el valor y coraje de algunos personajes. El problema es que un gobierno no debe ser una gesta de héroes, sino el articulador un mecanismo extremadamente complejo como es la administración estatal. El actuar del gobierno, que se pone en rol de víctima y no asume sus responsabilidades, atenta contra su propia legitimidad y capacidad de acción real. La negligencia para atacar seriamente los graves problemas que bien diagnostican sus palabras, es consecuencia directa del modo centralizado de ejercer el poder, de sus intenciones de sometimiento en el plano estatal y privado.
Como es tan importante desincentivar la tendencia al monocultivo de la soja, es fundamental frenar esta tendencia “al monodiscurso”. La diversidad es una característica que beneficia a la democracia. La falta de información impide el pensamiento crítico y el análisis riguroso, conceptos que ocupan espacios privilegiados en los improvisados discursos de CFK. Con su particular visión de lo que significa la credibilidad, los actuales gobernantes no dejan de emitir su singular apreciación de los hechos que eligen, convirtiendo en falaz un porcentaje importante de los argumentos que esgrimen, generalmente de modo autoritario. En vez de manifestar omnipotencia, como pretenden, evidencian su impotencia para cambiar la realidad, que sigue socavando día a día su autoridad. Los K están desnudos. La apelación a la irracionalidad en su comportamiento parece ser una estrategia evasiva, que extrema al límite la tensión existente y va extinguiendo la posibilidad de una salida que no implique un desborde social. El ministro De Vido dijo, según un periodista, "El Flaco siempre fue loco, pero siempre le salió bien". Las cosas siempre salen bien, hasta que salen mal. Esto vale para cualquier mortal y sobre todo si se hecha nafta al fuego.
“Hay pocos sectores que se pueden dar el lujo de parar por 90 días” dijo Alberto Fernandez. Tiene razón el jefe de Gabinete, de la misma manera que pocos Gobiernos pueden sostener una manipulación tan grosera de Indicadores públicos.
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