La narración mediática de la crisis del INDEC no ha sido ajena a este bombardeo de signos contradictorios. Desde un comité formado por universidades que se oponían a la formación del comité, que a su vez le pide los datos a los representantes de la intervención (quienes- probablemente más por incapacidad que por especulación política -no satisfacen los reclamos) y que consulta con los mismos directores que intentaron ver en esta crisis el trampolín político, mientras se tapaban (y en contados casos, según la conveniencia, siguen tapando) los ojos, los oídos y la boca cuando los hechos ocurrieron. La repetición, acrítica y continua, de ciertos argumentos falaces por parte de militantes fervorosos, resulta profundamente sórdida.
La coherencia, los que han estado a la altura de esta crisis, han sido los trabajadores. Y efectivamente han sido los trabajadores del Instituto quienes en todo momento denunciaron las acciones delictivas que se llevan a cabo dentro del Instituto y han sufrido todo tipo de represalias y conculcamientos a sus derechos laborales. Desde este espacio, hemos intentado alertar y concientizar sobre las nefastas consecuencias para toda la sociedad, que lamentablemente lejos están de resolverse y condicionan a la política económica del país.
Repasemos:
- Inflación de los últimos años: La destrucción del IPC ha dejado un bache de legitimidad en el espacio público, que no puede llenarse con consultoras privadas. Sin embargo, en un enfoque bayesiano, podemos concluir que el proceso inflacionario se ha acelerado con respecto al comienzo de la intervención. La tolerancia a la inflación, que se manifiesta en su negación y en la inexistencia de políticas públicas que la enfrenten, resulta por si sola suficiente para impedir a un Gobierno su aplicación a la calificación de Progresista. Economistas consultados por el gobierno como Roberto Frenkel han brindado este diagnóstico y abogado por un programa heterodoxo de control de la inflación. Desde el gobierno se dice que no hay motivos estructurales para la inflación. Esto más que un atenuante resulta un agravante en el proceso inflacionario actual, ya que el gobierno reconoce su impotencia frente a los desafíos del presente. Si bien es muy probable que este proceso inflacionario haya sido motorizado por las expectativas (responsabilidad en gran parte de la intervención del INDEC), una vez despertada la dinámica inflacionaria es generalmente la clase trabajadora y en particular quienes se encuentran en la base de la pirámide social, quien se halla en extrema debilidad de condiciones para su neutralización y quienes terminan pagando el costo, por falta de recursos para protegerse del fenómeno. Jugar con la inflación es jugar con fuego.
- Pobreza: Es consecuencia directamente de lo anterior. Peor que desconocer el número concreto es encontrarnos en la fase de crecimiento del fenómeno: la inflación es una máquina de generar exclusión. El plan de subsidio a la niñez resulta una herramienta genuinamente redistributiva, pero siempre que su poder adquisitivo se sostenga en el tiempo.
- Devaluación de la palabra pública y aumento de la conflictividad: la polarización de la sociedad es cada vez mayor y no es difícil ver entre sus principales causas, la devaluación de la palabra del gobierno al falsear todos los meses las cifras del IPC y en general, todos los productos del organismo. Probablemente este sea el hecho más incomprensible de la intervención del Instituto: las mentiras continuas se contagian a cualquier concepto emitido por el oficialismo y el sinsentido se retroalimenta por resonancia, como se analizó en la primer parte del artículo.
- Devaluación de la imagen del país en el exterior: La intervención del INDEC es vista, desde el exterior, como una extravagancia Argentina, un extraño lujo, una pérdida de tiempo y recursos sin sentido. Un autoboicot.
- Incertidumbre: imposibilidad de planear desde políticas públicas a proyectos de inversión. La falta de inversión, a su vez, atenta contra la generación de la oferta de bienes y servicios necesarios como parte de un plan anti-inflacionario.
- Fuga de capitales, especulación y rentabilidades extraordinarias: Al contrario del discurso oficial que habla de “desendeudamiento”, desde el comienzo de la intervención del INDEC han escapado del país alrededor de 50.000 Millones de U$S. Es dinero que no se invirtió, ni se consumió localmente. Es Dinero que ha generado el país y que cierra el círculo de vaciamiento que caracterizó la etapa inaugurada por la sangrienta dictadura militar del año 1976 de endeudamiento externo y fuga de capitales. Quien no invierte y mejora su productividad, en un contexto de expectativas negativas y sin los controles adecuados, optará por el aumento de precios para minimizar los riesgos ocasionados por la incertidumbre.
- Suba del Riesgo País, elevadísimas tasas de interés para el endeudamiento externo: Desde la intervención del INDEC, los bonos han bajado su cotización y el riesgo país ha subido a niveles no-compatibles para convalidar nuevos endeudamientos externos. El discurso se manipula y se menciona el éxito del plan de reestructuración de 2005. Pero el sistema financiero es un sistema complejo y resultan absolutamente maniqueas las estimaciones sobre la evolución de la deuda que no consideran en su cuenta los costos de la manipulación, principalmente expresados con contundencia hoy en el elevado costo actual del endeudamiento externo. En Europa se ha destapado un escándalo por que Grecia utilizó metodedologías creativas para ocultar su inconsistencia macroeconómica. Sin embargo, la tasa de interés que paga Grecia es 6.5%. Las diferencias y similitudes con el problema Argentino nos conducen a imputar como costo financiero la pertinaz negación a revisar la política sistemática de manipulación estadística.
- Tasas de interés real negativas: Desde la intervención del INDEC, en la Argentina, el solo hecho de tener pesos en un banco resulta en pérdida de poder adquisitivo. Si bien este hecho fomenta el consumo, castiga a quien ahorra en moneda local.
Es de un consenso absoluto que el problema de fondo actual del país Argentina es la falta de confianza. Es también un diagnóstico del gobierno. Y por sus decisiones, tenemos que pensar que creen más conveniente para el pueblo pagar a acreedores 6500 Millones de U$S de reservas que abandonar el programa antiutópico-fetichista del Instituto de Estadísticas como camino para recobrar esa confianza. Esta elección huele mucho a chantaje: convocando a la alineación bajo argumentos de miedo y terror, se conduce al país a nuevos e innecesarios ilícitos.
Las críticas contra la intervención del INDEC trascienden los colores políticos. La política de manipulación de indicadores se ha criticado incluso desde el seno mismo del oficialismo. Sin embargo, existe algún tipo de factor oculto, algún chantaje moral que impida que esas críticas hayan producido la necesidad real de cambiar esta política que condujo (como era de esperarse) al beneficio de los poderosos y al perjuicio de los trabajadores y desocupados a una suerte de zona liberada para los grupos concentrados, mientras se los reta desde las cámaras y las tapas de los diarios. Es que la intervención del INDEC fue un hito en el proceso en el cuál el Estado vio relegado su rol de árbitro en los conflictos sectoriales para convertirse, por la sospechosa ineficacia oficial, en un relator de la realidad. En los próximos años, sociólogos e historiadores probabemente discutan con perplejidad cuál fue el artificio para que los grupos de intelectuales oficialistas no hayan percibido los cambios del proceso económico que ocurrieron a partir de 2007, y hayan continuado con el apoyo incondicional a un proyecto de ambiciones totalitarias-imaginarias.
La oferta del kirchnerismo es tentadora. Sólo hay que ver lo grande del “proceso de transformación” y olvidar lo malo. Con el lema “cada uno en lo suyo”, el oficialismo, maquiavélicamente, ha sabido susurrar en el oído de románticos y utópicos el conjuro adecuado. Y esas ideas se repiten y difunden internamente, generando un marco de pensamiento endogámico que polariza a la sociedad en numerosos conflictos sin sentido propio.
Generosa tarea, de este grupo de intelectuales, con peso específico propio, sería obligar al oficialismo a abandonar la política de manipulación que tanto daño ha producido al país, y en particular a su propia gestión.
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