sábado, 10 de mayo de 2008

El Nuevo IPC (Indice de Percepciones Conculcadas)

El miércoles 7 de mayo, comenzó la campaña de presentación de un nuevo Indice de Precios al Consumidor por parte de las autoridades del país. El evento se publicitó con 1 día de antelación y se llevó a cabo en un importante hotel en la ciudad de Pilar, a más de 30km de la ciudad de Buenos Aires. Con la escenografía de 200 afiliados a UPCN (a quienes se les controló la asistencia) y en medio de un operativo de seguridad dirigido por el polifuncional subdirector Hernán Brahim, quien controlaba y decidía el ingreso de los periodistas, se montó una pintoresca “jornada Internacional de Indices de Precios al Consumidor”. Las anfitrionas Beatriz Paglieri y Ana María Edwin, presentaron la apertura y el cierre de la jornada, esta última a cargo del Jefe de Gabinete, Alberto Fernandez. Expertos de España, Estados Unidos y Francia fueron los oradores invitados en el evento.

Sin embargo, el ridículo espectáculo montado no va a lograr el objetivo anhelado: el problema de la falta de credibilidad que aqueja al INDEC de hoy es previo a lo metodológico. Las metodologías son siempre discutibles y nunca están exentas de sesgos ideológicos. De todas maneras, las diferencias entre los distintos criterios metodológicos consensuados internacionalmente que se pueden utilizar, deben intentar neutralizar dichos sesgos y no deberían mostrar contradicciones como las que se vieron entre los Indices de Mendoza y GBA en 2007. El Indice de Precios al consumidor mide la evolución de los precios, y si hoy el kilo de papas cuesta 3,50$ y a fines de 2006 costaba 1,02$, cualquier metodología confiable debería informar un aumento cercano al 250%. Aunque esto no quiere decir de ninguna forma que el Indice General haya aumentado en la misma magnitud; las agregaciones son promedios ponderados, y precios que suben poco o que bajan pueden compensar precios que suben mucho.

El problema del INDEC no se arregla con un cambio metodológico: tiene que ser un cambio hacia la credibilidad y las personas que lo implementen tienen que ser una garantía para los distintos actores sociales. Pero la credibilidad es un bien preciado y no cualquiera está dispuesto a despilfarrarla: en opiniones al Diario Crítica, 3 de los “expertos” invitados por la actual Dirección del INDEC se desentendieron de la situación particular del IPC Argentino.

Una vez más, el respaldo del jefe de gabinete no logró jerarquizar el acto sino, por el contrario, produjo un desgaste en su propia imagen al prestarse a un evento berreta, en el que se gastó más energía en intentar quitar credibilidad a la gestión anterior, que en intentar convencer de que el nuevo Indice estará libre de interferencia política, requisito imprescindible para que sea efectiva toda renovación. La sensación que quisieron transmitir, resaltando problemas de la gestión y la metodología anteriores -algunos atendibles y otros exagerados o directamente inventados-, es que la intervención habría sido instrumentada para resolver esos problemas. La destrucción de credibilidad y el desmantelamiento institucional -con costos invaluables para el patrimonio nacional- para solucionar este problema, sin embargo, hacen inverosímil el argumento. Si existiera una real intención de solucionar la crisis, la primer medida debería ser la suspensión de los cargos a los responsables de este desfalco que ha costado al país la pérdida de una institución que a pesar de sus limitaciones funcionaba relativamente bien y gozaba de un buen nivel de credibilidad interna y externa .

Un análisis técnico de los anuncios resulta prematuro, dada la falta de información y la vaguedad con la que fueron expresados. Sin embargo, los pocos anuncios realizados no apuntan a mejorar la transparencia de los procesos, otra medida indispensable para la recuperación de credibilidad, sino todo lo contrario. La publicación de precios promedios publicados de un conjunto de variedades que se publican habitualmente, se convirtieron en una clara evidencia de manipulación. La decisión de dejar de publicarlos, sólo puede implicar un retroceso en el cumplimiento de las recomendaciones internacionales, dado el descrédito generalizado. Otro retroceso (en transparencia, capacidad explicativa y utilidad) es el que implica la decisión de tomar precios que representen sólo el consumo de una parte de la población, abandonando el Indice que representa a todos los sectores sociales, como bien explicaron los técnicos de ATE-INDEC en un documento. El trascendido de la discontinuidad del programa IPC Nacional, implica otro retroceso en el mismo sentido para el cual ni si quiera se ensayan justificaciones.

Pero, con seguridad, la caracterización de problemas del IPC vigente (que según el Discurso esgrimido, tendía a sobreestimar la inflación) no va a satisfacer a quienes desconfían de la veracidad de la información, porque no explica el problema que preocupa a todos a partir de 2007: la sistemática subestimación de la inflación y el problema de cómo se asimilará esa distorsión en el Indice presentado.

El problema de las estadísticas públicas debe manejarse con responsabilidad y pericia técnica mientras las causas judiciales deben avanzar sobre los responsables. De nada servirán los esfuerzos que busquen soluciones parciales o teñidas de cortoplacismo político. La reconstrucción requerirá diálogo y la aceptación de diversos matices que deben ser contemplados y consensuados a través de una discusión amplia que trascienda lo metodológico y busque una salida a la crisis institucional. La vuelta a la racionalidad es urgente para morigerar los daños que este perverso autismo sigue ocasionando a la vida pública.

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