domingo, 23 de marzo de 2008

Titanes en el ring


Los últimos días en la Argentina estuvieron marcados por un persistente lockout de los sectores del Agro. El motivo del paro fue el exagerado e injusto, según los representantes de los sectores del campo, aumento de las retenciones a las exportaciones de soja y girasol, quienes exigen una inmediata revisión de la medida. El paro es apuntalado con piquetes, en los cuales se pueden ver los vehículos que muestran el poder adquisitivo de algunos manifestantes, que ejemplifican algo indudable: el campo está viviendo un período de excepcional crecimiento y las de tierra con cultivos de soja están cubriendo cada vez mayores porcentajes de las áreas rurales.
Sin embargo, el gobierno no parece tener suficiente legitimidad frente a esos sectores, para implementar una medida que parecería ser justa y necesaria: poner a raya los precios internos, desincentivar la tendencia al monocultivo y aumentar la recaudación, controlando la rentabilidad del sector más favorecido por el modelo económico vigente.



La sensación que existe, al contrario de lo que debería esperarse, es que ninguno de los 2 sectores tiene razón ni intención de convencer al otro. O, en todo caso, tienen menos razón de la que carecen. El sector agropecuario en su conjunto está viviendo una etapa de ganancias astronómicas: ¿cuál es la real motivación de una acción tan virulenta? Probablemente los pequeños productores y seguramente el sector ganadero y lácteo (aunque no son víctimas y son, en todo caso, beneficiarios indirectos de la medida) tienen motivos muy palpables para enojarse, pero las quejas y el estilo (el que imitan de los sectores más castigados de la sociedad) parecen estar más relacionadas con la vocación confrontativa del gobierno y su falta de búsqueda de consensos. Y justamente el gobierno es quien tiene la mayor responsabilidad: la falta de transparencia en el manejo de las cuentas públicas, la falta de políticas públicas visibles por parte de la población, el desapego a las soluciones realistas y la excesiva valoración de la relación de poder. En resumen: un estilo de gestión personalista con un marco de pensamiento pobre para atacar los problemas, que abusa de ideas discutibles a la vez que niega (y reprime) toda realidad incómoda para ellos: sean la inflación, los problemas energéticos, la información que brindan las estadísticas públicas, la realidad educativa, etc.
Este gobierno incentiva el conflicto y la polarización de posiciones, y empobrece e impide la discusión y la búsqueda de soluciones negociadas. Someter o ser sometido, es el mensaje que se replica a todo nivel. No hay espacios para las palabras e ideas, sólo queda elegir detrás de qué poderoso nos escondemos. Y la mesa está servida.

En el INDEC las cosas siguen su curso normal (si es que se puede llamar nomal a lo que pasa en torno al conflicto del INDEC), publicando pavadas y con un retiro paulatino de la presencia de matones que habitualmente amenazan los actos de denuncia y de afiches en su interior: luego del lock-out del 27 de febrero, largamente denunciado, las autoridades parecen haber decidido relajar la tensión. Hace más de un año de conflicto y poca gente que pueda aspirar a otro empleo eligiría quedarse en un lugar del nivel de conflicto que se plantea en la irrealidad del instituto, en dónde no someterse plenamente, implica un riesgo al despido.
Probablemente las autoridades se hayan dado cuenta de que en un INDEC como el actual, donde solventes técnicos con años de experiencia que renuncian o son despedidos, son reemplazados por gente de la agencia oficial de empleo del gobierno(sic) (UPCN), sin experiencia ni la mínima formación en estadística, va a ser imposible producir datos estadísticos confiables.
En este contexto, el Ministro Lousteau y el Jefe de Gabinete Fernandez, defienden en público al nuevo IPC, violentando cada vez más los límites de la retórica y la inteligencia humana. Si el ministro dice que hacer un IPC es mucho más difícil de lo que muchos creerían y que todo el ministerio de Economía se encuentra trabajando en el nuevo IPC, por qué prescinden (despidiendo o desplazando) de la gente que más sabe del tema en el país (no por lo complejo, sino por haber trabajado durante AÑOS en la confección del indicador). Es hora de una negociación SERIA con los trabajadores que defienden el prestigio y la historia del Instituto, la expulsión de la intervención, sus colaboradores y la patota que la protege.

En esta Argentina absurda también se conoce la opinión de Eduardo Curia, “asesor espiritual” del Secretario de Comercio Interno, Moreno, quien plantea abiertamente que hay que poner techo a los aumentos de salarios, que los bajos salarios del sector informal no deben preocupar porque “no se negocian” y que con las reservas solo se deben pagar obligaciones de la deuda. Una auténtica proclama (anti) progresista y una invitación al ajuste y a la profundización de la desigualdad del ingreso.

En las elecciones de hace casi 5 meses, el gobierno triunfó en una elección polarizada, gracias al voto masivo en los sectores rurales y a las ciudades pequeñas y perdiendo en las grandes ciudades. Desde aquí sugerimos que la Sociedad exigía cambios. Luego de todo este tiempo, esos cambios no se notan y, peor, se han profundizado las peores prácticas. La conflictividad social no sólo no es evitada, sino que es incentivada. El gobierno, avanza sobre todo, rompe todo, y finalmente, termina siendo el peor enemigo de sí mismo y de la gente que lo votó. ES URGENTE UN CAMBIO REAL.





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