Nos llegó una colaboración por correo electrónico y decidimos publicarla:
El domingo 28 de octubre, la candidata del oficialismo obtendrá un triunfo con respecto a sus competidores en las elecciones presidenciales. Sin embargo, lo hará con un caudal de votos inferior al que hubiera logrado (aún con el proceso inflacionario) de no mediar los despropósitos políticos que ha cometido en los últimos tiempos, empezando por la destructiva intervención del INDEC, comprometiendo lo que era una segura victoria en primera vuelta.
Los mercenarios de siempre, que mientras se llenan los bolsillos de prebendas dicen defender a los trabajadores atragantándose con palabras que en sus labios carecen de sentido, tales como patria, lealtad, etc., no dudarán en salir a decir, como lo vienen proclamando en sus medios de comunicación y lo manifestaron abiertamente esta semana, que “el gobierno le ganó a los cabrones del INDEC” y que “tienen los días contados” y que, por ende, internamente “ganaron ellos”.
Nadie que tenga un mínimo de honestidad intelectual puede pensar que un conflicto en la oficina de estadísticas públicas normalmente pueda decidir la suerte de una elección nacional, ni menos que en las plataformas electorales de los candidatos sólo se discuta si el INDEC debe ser el NUEVO INDEC de Moreno/Edwin/Paglieri/Sampino o el VIEJO INDEC.
Sin embargo, la increíble cantidad de tropelías cometidas –mezcla de soberbia y torpeza- que incluyen desde la violación a la ley de protección del secreto estadístico y la flagrante manipulación de los datos hasta la aparición de patotas dentro del edificio, el ingreso de personal sin calificación para ocupar cargos ya cubiertos por el personal histórico del INDEC y la violación de los más básicos derechos laborales de los trabajadores que enfrentamos la intervención, no ha sido pasada por alto por los medios de comunicación y la sociedad, que en su gran mayoría condena lo sucedido y que ya no creé en los datos del INDEC (lo que es peor, no solo en los índices adulterados sino en ningún dato).
Que quede claro: quienes enfrentamos la intervención del gobierno no queremos que haya inflación, que por cierto es un problema especialmente grave para los trabajadores. Lo que buscamos es, cumpliendo con nuestro servicio público, proporcionar indicadores veraces, para que se la combata como se debe y en donde se debe y para que se tenga un parámetro real a los fines de evaluar la eficacia de esas medidas de política. La fiebre no baja ni bajará nunca rompiendo el termómetro.
El oficialismo ganará, fundamentalmente porque los efectos positivos de la recuperación económica, puestos blanco sobre negro con la traumática situación que generó la salida del régimen de convertibilidad aún se hacen sentir (descenso de la desocupación y la pobreza, recuperación del salario real y de los niveles de consumo, etc.). Otras medidas en pos de una supuesta mejora de la calidad institucional, como la reforma de la Corte Suprema de Justicia, la política de Derechos Humanos, la “exitosa” negociación de la deuda externa, etc. que pesaron y mucho en las elecciones legislativas del 2005 son muy lejanas por los magros avances registrados. También ganará porque la oposición es incapaz de articular un proyecto alternativo que proponga una mejor estrategia para no desaprovechar está oportunidad histórica de crecimiento y modernización de la economía y de construcción de una sociedad más justa.
Sin embargo, que la mayoría vote al oficialismo no significa que avale la política de intervención al INDEC, ni que le mientan con las estadísticas, sino simplemente que –en el mejor de los casos- pondera con más valor algunas de las otras cuestiones ya mencionadas.
No es un dato menor que diversas encuestas revelan que el 90% de la gente “no cree” en los datos del INDEC (de lo que se podría deducir que más de la ¾ parte de los votantes del oficialismo –alrededor de un 45% del total- desconfía, pese a apoyar al gobierno, de los datos que éste maneja). Por otro lado, estudios sobre la imagen del Presidente demuestran que su imagen positiva se viene deteriorando desde 2003, cuando estaba por encima del 80%, hasta hoy, que apenas araña el 45%, y que esa caída se ha acelerado desde enero de este año, ya que en estos 10 meses habría caído un 22% (a la inversa de lo que ha sucedido con la imagen negativa de Kirchner, que pasó del 1% en el inicio de su gobierno a casi el 20% actual). Y aquí si, vale recordar que para todos los analistas políticos la inflación y la manipulación en el INDEC han sido las causas que más han contribuido a esta caída. En síntesis, es claro que la aberración cometida en el INDEC es repudiada por toda la sociedad y todos los actores del espectro político –exceptuando solo a quienes tienen intereses creados en torno a ella o deben defender la acción oficial por “obediencia debida”- y ha jugado en contra no solo de la legitimidad de Kirchner, que para volver a decirlo el domingo hubiera ganado quizás con el 60 % de los votos, sino también –y lo que es más preocupante- de la calidad de la institucionalidad estatal.
Nuestra pelea no es contra ESTE gobierno: no nos motiva ningún ánimo político partidario, de hecho, entre nosotros mismos coexisten las más variadas tendencias políticas. Pero es sí una pelea política. La lucha es y seguirá siendo contra cualquiera que intente entrometerse en la elaboración de índices construidos en base a criterios técnicos y metodológicos con respaldo internacional y de carácter público -lo cuál no supone que sean inmodificables o imperfectibles, pero los cambios no pueden hacerse con la prepotencia, ignorancia e impunidad con que se intentan llevar adelante ahora-. Esperamos que por el bien del país, tras las elecciones se adopte una postura racional para poder resolver este conflicto como corresponde, para que todo el pueblo argentino pueda volver a tener –como hasta hace apenas 10 meses atrás- estadísticas confiables.
RENE LACROIX
renelacroix22@yahoo.com.ar
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